Un artículo del especialista Francesc Cabezuelo, director de un servicio de Infancia y Familia en Intress, nos pone sobre la pista de la importancia de que seamos terapeutas del vínculo. Mirando al enfoque que los y las profesionales llevamos a cabo, y que puede resultar provechoso para abordar las fracturas y retos que presenta el acompañar a chicos y chicas que han vivido daños emocionales, el texto revisa la resiliencia, las respuestas posibles, y la importancia de trabajar desde un vínculo seguro.
Nos dice Francesc en su artículo de la revista Encuentros (Asociación ADP-CETS): “desde que nacemos establecemos una relación de apego con las personas que nos cuidan, y esta relación comienza a marcar nuestros estilos emocionales, cognitivos y conductuales, que se terminarán de estructurar en diferentes tipologías de personalidad. Determinando en buena medida cómo nos vemos a nosotros y nosotras mismas, y cómo nos relacionamos con el resto de personas. Que sea una manera funcional o no, tendrá que ver con el tipo de interacción que hemos ido construyendo con las personas que nos han estado cuidando y posteriormente con otras que han sido significativas durante nuestra vida.
Cuando esa interacción nos ha provocado daños emocionales, se ha de encontrar qué puede unir las piezas fracturadas para que sean más fuertes ante las diferentes adversidades de la vida. Como seres relacionales necesitamos un enfoque relacional que nos ayude a reconstruir una nueva narrativa, que nos posibilite una mayor adaptación a los retos que tenemos que resolver cada día y poder construir una resiliencia desde un vínculo seguro.
Para tal reto, nuestra intervención debe estar fundamentada en un modelo terapéutico de intervención educativa que ofrezca a las personas posibilidades de cambio real y duradero en el tiempo, que rompa los círculos intergeneracionales, y para poder realizar este trabajo, inevitablemente, tenemos que convertirnos en terapeutas del vínculo”.