
1 octubre 2025 | Intress
Escribe Coloma Reynés, directora del área de Promoción de la Autonomía
El edadismo es una de las formas de discriminación más normalizadas y, a menudo, invisibles. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 2 personas en el mundo mantiene actitudes edadistas. Y no es un tema menor: diversos estudios muestran que el edadismo se relaciona con una peor salud física y emocional, un menor acceso a oportunidades sociales y laborales, e incluso con una reducción de la esperanza de vida de hasta 7,5 años en quienes interiorizan estos prejuicios.
El edadismo no se manifiesta únicamente en comentarios como “ya no puedes” o “a tu edad no toca”. También se refleja en gestos cotidianos: actitudes que infantilizan, decisiones tomadas sin consultar, actividades diseñadas desde estereotipos o silencios que dejan fuera a las personas mayores.
Cuidado con cómo celebramos
Incluso en ocasiones bienintencionadas, como el Día Internacional de las Personas Mayores, podemos caer en sesgos edadistas. A menudo se plantea como un día únicamente festivo —con bailes o comidas— reduciendo la diversidad de intereses de las personas mayores a lo lúdico, dando por hecho que todas las personas mayores comparten los mismos intereses.
Pero la franja de edad es amplia y diversa: hay personas que quieren bailar, otras que desean debatir sobre política, aprender nuevas tecnologías, crear arte o reflexionar sobre sus derechos. Reducir las celebraciones solo a lo festivo puede invisibilizar esa pluralidad de intereses y deseos.
Sin embargo, este día debería ser mucho más que una fiesta. Es una fecha para reclamar derechos, recuperar espacios y hacer visibles las voces de quienes tantas veces han sido silenciadas.
No se trata de renunciar a la alegría, sino de darle sentido:
disfrutar reivindicando,
celebrar mientras exigimos una sociedad libre de edadismo.
Combatirlo desde la comunidad
El edadismo no se combate solo con leyes o campañas, sino con acción comunitaria. Cuando un barrio, un centro de día, un grupo vecinal o una asociación crean espacios de participación real, se rompen estereotipos. Las personas mayores dejan de ser vistas como una “carga” y se reconocen como lo que siempre han sido: vecinas, referentes, creadoras de vínculos y protagonistas de su presente.
El poder de los pequeños gestos
La transformación empieza en lo cercano:
Escuchar de verdad y no dar por hecho lo que una persona quiere o necesita.
Fomentar que las decisiones sobre actividades, proyectos o rutinas se tomen con las personas mayores, no para ellas.
Reconocer la experiencia y el deseo de cada persona, aunque no encaje en lo que “se espera” a cierta edad.
Cada gesto cuenta: desde preguntar antes de ayudar hasta dar valor al talento y la voz de quien tenemos delante.
Mirarnos como profesionales
Quienes acompañamos en el día a día debemos cuestionarnos: ¿nuestras intervenciones refuerzan la autonomía o la limitan?. A veces, sin ser conscientes, reproducimos conductas edadistas:
Hablar en diminutivo.
Tomar decisiones sin consultar.
Diseñar actividades basadas en estereotipos y no en intereses reales.
Hiperproteger y sobrecuidar.
La conciencia profesional es clave para transformar la práctica. El primer paso es reconocer que el edadismo existe en nuestro día a día. El segundo, atreverse a cambiarlo.
Pedaleando hacia otro modelo
Mañana en los centros de Intress celebramos el III IntressTour: la carrera de bicis estáticas contra el edadismo. Será un reto deportivo y simbólico: superar los 1.500 km pedaleados por 15 pelotones, casi la mitad solidarios. Cada kilómetro será un recordatorio de que sí podemos avanzar hacia un modelo más justo, más comunitario y más humano.
El edadismo no es abstracto: impacta en la salud, la dignidad y la calidad de vida de millones de personas. Combatirlo empieza en cómo miramos, hablamos y nos relacionamos. El edadismo se combate en comunidad, pero desde la individualidad.