
8 septiembre 2025 | Intress
El New York Times publicó recientemente un ensayo de opinión titulado “Pensar se está convirtiendo en un lujo”, escrito por la periodista británica Mary Harrington. El artículo reflexiona sobre cómo el uso intensivo de los teléfonos inteligentes y la cultura digital de consumo rápido (vídeos cortos, memes, notificaciones constantes) está transformando nuestra capacidad de leer, concentrarnos y razonar en profundidad.
Harrington advierte que este fenómeno no solo es un reto individual, sino también social: estamos ante la aparición de una nueva desigualdad cognitiva que separa a quienes tienen los recursos para mantener hábitos de lectura prolongada y concentración, de quienes, por condiciones socioeconómicas, quedan más expuestos al “fast food digital”.
Tres aprendizajes clave que nos deja el artículo
La postalfabetización como desigualdad estructural. Igual que la comida ultraprocesada ha creado una brecha de salud ligada a la clase social, el consumo de contenidos digitales adictivos puede generar una brecha en el acceso al conocimiento y a las capacidades críticas.
La lectura profunda transforma el pensamiento. La alfabetización prolongada no es automática: se aprende y fortalece con esfuerzo. Leer textos extensos y complejos reconfigura el cerebro, potencia el pensamiento crítico y sostiene pilares colectivos como la democracia y la ciencia.
Consecuencias para la democracia y la convivencia. Una ciudadanía que pierde la capacidad de razonamiento complejo es más vulnerable a la manipulación, al populismo y a las noticias falsas, lo que incrementa los riesgos de polarización y exclusión.
El análisis de Harrington es especialmente relevante para quienes trabajamos en atención a personas y reducción de desigualdades. Nos recuerda la importancia de:
Fomentar espacios de lectura y aprendizaje profundo con las personas a las que acompañamos.
Reflexionar sobre el uso del tiempo frente a pantallas, especialmente en infancia y adolescencia.
Entender la dimensión social del acceso a la concentración, la alfabetización y el pensamiento crítico como un derecho que debemos proteger para no reproducir desigualdades.
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