ARTÍCULO: PREPAREMOS LA MOCHILA DEL CUIDAR
- “Cuidar de una persona mayor con dependencia no es una tarea intuitiva; requiere formación, conocimientos técnicos y habilidades prácticas adquiridas con la experiencia.”
- “Las personas cuidadoras que se han formado y preparado de manera consciente afrontan su tarea con menos estrés y una mejor gestión de las situaciones difíciles.”
- “La tecnología puede ser una gran aliada, ofreciendo recursos accesibles y adaptados a las necesidades y horarios de los cuidadores, más allá de la presencialidad”
- “Para garantizar un cuidado de calidad, los cuidadores deben mantenerse actualizados con las mejores prácticas y avances en el campo de la geriatría.”
Con el inicio del curso escolar, todos volvemos a adentrarnos en la rutina. Las escuelas abren sus puertas, los niños vuelven a las aulas, y las familias se organizan para encarar un nuevo año lleno de aprendizaje y descubrimientos. Pero esa vuelta a la rutina no debe ser exclusiva de los más pequeños. Las personas cuidadoras y profesionales de la geriatría también deberían considerar este momento como una oportunidad para la formación continua y la renovación del conocimiento.
Cuidar de una persona mayor con dependencia no es tarea sencilla ni intuitiva. Aunque a menudo se cree que “todo el mundo sabe cuidar”, la realidad es que el cuidador requiere una serie de competencias que sólo se pueden adquirir mediante la formación y la experiencia. Es en este contexto que la formación toma una importancia primordial. Al igual que los niños vuelven a las aulas para aprender, las personas cuidadoras y profesionales deben asumir que su tarea también requiere un aprendizaje constante.
Nos formamos para ejercer nuestra profesión, para parir, para ser padres y madres, cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia… Pero, sorprendentemente, obviamos la necesidad de formarnos para cuidar a personas dependientes, como si el hecho de no pensar haz que no sucediera. Este vacío de formación se traduce en una realidad en la que acabamos haciendo lo que podemos y lo mejor que sabemos, rescatando patrones de cuidados familiares heredados y al ir tirando con la mejor de las intenciones, pero sin el conocimiento adecuado.
Cuando trabajaba en un servicio de geriatría, a menudo sentía que se ignoraba que, para desarrollar nuestro trabajo, habíamos estudiado, y mucho. Los criterios o intervenciones de los profesionales de geriatría son a menudo cuestionados por familiares u otros profesionales, sin valorar nuestro nivel de especialización.
Por ejemplo, recuerdo una vez que un familiar de una persona mayor con Alzheimer me dijo que no entendía por qué le sugeríamos un cambio en la rutina diaria para evitar la desorientación y la ansiedad. El familiar insistía en que esto no era necesario porque a su madre, hace años, nunca le habían cambiado la rutina y había sido “bien”. Esta insistencia en un enfoque no actualizado acabó cuestionando no sólo nuestra recomendación, sino también nuestra competencia y conocimiento especializado que aportamos cada día a nuestro trabajo.
También me encontré con una compañera de trabajo, una profesional con muchos años de experiencia, que se resistía a participar en nuevas formaciones. Cuando le pregunté por qué no se apuntaba a un curso de técnicas modernas para la gestión del dolor o para la comunicación efectiva con personas con demencia, respondió que “siempre había hecho su trabajo bien así” y que no veía la necesidad de cambiar nada. Le expliqué que las formaciones no se tratan de cuestionar la forma en que hemos hecho las cosas hasta ahora, sino de ampliar nuestros conocimientos para mejorar la calidad de la atención que ofrecemos. Las nuevas técnicas y conocimientos nos permiten adaptarnos mejor a las necesidades cambiantes de las personas que cuidamos, ofreciendo un cuidado más personalizado y respetuoso con sus deseos y preferencias.
Por otra parte, cuando nos encontramos con familiares y cuidadores que se informan, que preguntan, que participan en las reuniones, asisten a formaciones, o leen sobre cómo cuidar mejor a las personas mayores, el acompañamiento fluye de forma mucho más natural y eficiente. No sólo se crea una estrecha colaboración entre profesionales y familiares, sino que también se reduce significativamente el estrés y la carga emocional de los cuidadores.
Los cuidadores que se han preparado y que han tomado conciencia de la situación de forma global afrontan el reto de cuidar con una perspectiva más informada y tranquila. Estos cuidadores muestran menos estrés, gestionan mejor las situaciones difíciles y son capaces de mantener una actitud más positiva y proactiva. Esto no sólo beneficia a la persona cuidada, sino también al propio bienestar de lo que cuida y la calidad de vida de ambos.
Es importante entender que el conocimiento no sólo es poder, sino también la clave para una atención de calidad. Imagine por un momento que un familiar de un paciente que debe ser operado del corazón dijera al cirujano que considera que la operación debería hacerse de otra manera porque a su repadrino, hace años, le hicieron una operación diferente y fue bien. Esto sería impensable, ¿verdad? En otros campos de la medicina o el derecho, el conocimiento y la experiencia de los profesionales se respetan sin dudas, pero en la geriatría estas situaciones son demasiado frecuentes. Estas actitudes de cuestionamiento constante pueden llegar a hacerte dudar de tus propias competencias y de tu profesionalidad, pero lo que se peor retrasan poder acompañar mejor.
Los profesionales del sector social y de la salud tienen una responsabilidad importante a la hora de crear y promover espacios de formación y ayuda mutua para las personas cuidadoras. Estos espacios no sólo deberían proporcionar información teórica, sino también facilitar el intercambio de experiencias, el apoyo emocional y la adquisición de competencias prácticas. Esto incluye el uso de herramientas tecnológicas, como las redes sociales, aplicaciones móviles y plataformas online, que pueden facilitar el acceso al conocimiento en cualquier momento y lugar.
Debemos ser conscientes de que las personas cuidadoras a menudo tienen dificultades para conciliar su vida personal y profesional, y por tanto, debemos pensar en soluciones flexibles que les permitan acceder a la información y formación que necesitan. La tecnología puede ser una gran aliada en ese sentido, ofreciendo recursos accesibles y adaptados a sus necesidades y horarios.
No debe valorarse tanto la presencialidad como la capacidad de aprendizaje y de aplicación práctica de los conocimientos adquiridos. Las plataformas online, webinars, aplicaciones móviles especializadas, y grupos de soporte virtuales son herramientas valiosas que pueden complementar la formación presencial y facilitar que las personas cuidadoras, sean familiares o profesionales, puedan continuar formándose de manera continua, sin que ello suponga una carga adicional o una barrera para la conciliación de sus vidas.
Este enfoque flexible permite que la formación llegue a un público más amplio, fomentando una comunidad de cuidadores y cuidadoras bien preparada e informada, capaz de proporcionar una atención de calidad basada en el respeto y la dignidad. De esta forma, estamos no sólo mejorando el cuidado, sino también reconociendo y valorando la labor de los cuidadores, ofreciéndoles las herramientas necesarias para desarrollar su trabajo de la mejor manera posible.
Es hora de dejar de lado la idea de que “cuidamos cómo podemos”. El cuidado de las personas mayores con dependencia no tiene por qué ser un acto improvisado o de supervivencia, sino una tarea consciente y bien planificada. La sociedad debe reconocer la importancia de la formación continua y la adaptación a las nuevas necesidades y expectativas. Esto significa que debemos dejar de mirar hacia el pasado y empezar a construir un futuro en el que el cuidado sea un reflejo de nuestra voluntad de envejecer con dignidad y respeto.
Para conseguirlo, es esencial que todos, como sociedad, tomemos conciencia de la importancia de cuidar de forma consciente e informada. Esto no sólo mejorará la calidad de vida de las personas mayores con dependencia, sino que también valorizará la labor de las personas cuidadoras, reconociéndolas como profesionales esenciales y dotándolas de las herramientas necesarias para realizar su trabajo de la mejor manera posible.
Como cuando preparamos la mochila para la escuela, también debemos prepararnos adecuadamente para ofrecer la mejor atención posible, con conocimientos necesarios para garantizar un cuidado de calidad, con las herramientas y recursos necesarios para afrontar los retos del día a día. Esto incluye no sólo conocimientos técnicos y habilidades prácticas, sino también la capacidad de adaptarse a nuevas necesidades, de comunicarse de forma efectiva, y de mantenerse actualizados con las mejores prácticas y avances en el campo de la geriatría.
Un texto de Coloma Reynés y el equipo de Promoción de la Autonomía de la asociación Intress. “Con las personas, hacemos de las diferencias oportunidades”.
- “Cuidar de una persona mayor con dependencia no es una tarea intuitiva; requiere formación, conocimientos técnicos y habilidades prácticas adquiridas con la experiencia.”
- “Las personas cuidadoras que se han formado y preparado de manera consciente afrontan su tarea con menos estrés y una mejor gestión de las situaciones difíciles.”
- “La tecnología puede ser una gran aliada, ofreciendo recursos accesibles y adaptados a las necesidades y horarios de los cuidadores, más allá de la presencialidad”
- “Para garantizar un cuidado de calidad, los cuidadores deben mantenerse actualizados con las mejores prácticas y avances en el campo de la geriatría.”