La prevención del estigma en salud mental y la urgencia de más recursos: una necesidad inaplazable
El Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el 10 de octubre, debería ser un momento para reflexionar sobre el progreso que hemos realizado como sociedad en la atención a las personas con trastornos mentales. Sin embargo, un año más, la realidad nos obliga a poner el foco en dos cuestiones que siguen siendo desatendidas: la prevención del estigma en salud mental y la falta de recursos adecuados para dar respuesta a las necesidades crecientes en salud mental.
El estigma: una barrera insoportable
El estigma que rodea a los trastornos mentales sigue siendo una de las mayores barreras que impiden el acceso a un soporte adecuado. Muchas personas aún esconden su sufrimiento por miedo a ser juzgadas, marginadas o, peor aún, ignoradas. Desde el Servicio de Rehabilitación Prelaboral del Vallès Oriental, vemos cómo la falta de recursos formativos, habitacionales, sanitarios y asistenciales afecta especialmente a las personas con trastornos mentales severos. Esta situación no sólo agrava su condición, sino que perpetúa la errónea idea de que las enfermedades mentales son una debilidad personal y no una problemática de salud legítima.
Es esencial realizar un cambio cultural profundo que desmonte estas concepciones. Necesitamos más campañas de sensibilización que visibilicen las enfermedades mentales como cualquier otra condición de salud. Es necesario educar a la población para que entienda que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza, y que la sociedad debe garantizar un entorno seguro y libre de juicios para estas personas.
Recursos insuficientes: una crisis que no podemos ignorar
Aunque el estigma es un gran obstáculo, existe otro problema igualmente grave: la falta de recursos para atender a las personas que padecen trastornos de salud mental. Actualmente, muchas de estas personas no tienen acceso a los servicios adecuados, lo que se hace especialmente evidente en momentos de crisis. En muchas zonas, los servicios de urgencias en salud mental son inexistentes o limitados a horarios laborales, dejando a decenas de personas sin atención cuando más la necesitan.
Esta situación es intolerable. Los trastornos mentales son a menudo invisibles, pero sus consecuencias son devastadoras si no se tratan a tiempo. Desde suicidios hasta descomposiciones familiares o laborales, el impacto social de un sistema que no ofrece atención adecuada es incalculable. Por ejemplo, un servicio de urgencias 24 horas en salud mental en la zona del Baix Vallès debería ser una prioridad, así como la creación de más unidades especializadas para ingresos, formación de personal cualificado y espacios seguros para el tratamiento.
Además, uno de los grandes retos de salud mental es la inserción laboral. Desde el Servicio de Rehabilitación Prelaboral del Vallès Oriental observamos cómo las empresas no están formadas ni informadas sobre las enfermedades mentales, lo que les lleva a perpetuar la estigmatización de este colectivo y no ofrecerles oportunidades laborales. El miedo, el desconocimiento y la falta de voluntad de las empresas por actuar voluntariamente sólo se agravan si los gobiernos de turno no intervienen para crear políticas activas de inclusión laboral.
Una inversión imprescindible
Invertir en recursos de salud mental no es sólo cuestión de dignidad humana, es también una inversión social. Cada vida que se pierde o cada persona que no puede reincorporarse a su vida cotidiana por falta de atención supone un elevado coste, tanto en términos humanos como económicos. No se trata sólo de crear más servicios, sino también mejorar la calidad y la accesibilidad de la atención. Necesitamos más presupuesto destinado a la salud mental, profesionales especializados, y una estrecha coordinación entre las instituciones de salud pública, educación y servicios sociales.
El sistema actual, que a menudo deja a estas personas sin el apoyo que necesitan, es inaceptable. No podemos seguir dando la espalda a una problemática que afecta a tanta gente y que, en muchos casos, podría ser gestionada o tratada con los recursos adecuados.
Hacia un futuro sin estigma ni abandono
Este 10 de octubre, mientras reflexionamos sobre el camino recorrido, debemos exigir una acción inmediata y decidida. El estigma puede romperse, pero sólo con una apuesta fuerte por la sensibilización y la normalización de la salud mental. Y no podemos hablar de normalización si el sistema de salud no está listo para ofrecer la atención necesaria en cualquier momento.
No sólo pedimos el fin del estigma, sino también la ampliación inmediata de los recursos para tratar los trastornos mentales. Si la salud mental es realmente una prioridad, es hora de que las instituciones lo demuestren con hechos y no sólo con palabras. La prevención, atención y rehabilitación de las personas que viven con trastornos mentales debe ser una responsabilidad compartida, pero sobre todo debe contar con el apoyo real y tangible de las administraciones.
La salud mental y la prevención del estigma no pueden esperar más. Este 10 de octubre, alzamos la voz para exigir una salud mental digna, con servicios accesibles y recursos suficientes para todas las personas. Romper con el estigma y asegurar la atención no es solo un acto de justicia, sino una responsabilidad colectiva.
Miriam Sampere Llinàs
Servicio de Rehabilitación Prelaboral del Vallès Oriental
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