La gente que no conoce el Centro para Mujeres Ayaan Hirsi Ali, no imagina lo que esconde en su interior.
Por dentro está pintado en colores cálidos, contamos con algunas plantas que nos ayudan a mantener el contacto con la naturaleza, muebles claros y funcionales y algunos elementos de decoración cuadros, posters y algún que otro detalle personal, consiguen crear un ambiente cálido, resaltado por todas las personas que nos visitan.
El centro cambia de la mañana a la noche. Cambia la luz de primera hora del día cuando penetra por los ventanales y la de la tarde cuando se va retirando en un cálido abandono. Cada hora tiene su encanto. Empezamos la semana con la colchoneta puesta para el taller de relajación y llega el grupo de mujeres, con su look zen, dejan en el centro un aroma de risas y cacareo que indica que la semana ya está en marcha. Al mismo tiempo comienza también el goteo de citas y sesiones terapéuticas. De vez en cuando, las paredes filtran un llanto entrecortado y cuando, por fin, la puerta se abre en grata despedida, respiramos aliviadas.
Atravesamos multitud de rutas culturales deteniéndonos en la que nos da nombre. Un té como excusa perfecta para hablar de lo que ocupa y preocupa a las mujeres árabes, que no es muy diferente de lo que ocupa y preocupa a las demás. La risa y el llanto de las criaturas nos llega de la tercera planta en un ir y venir de pinturas de cera, puzles y carreras al baño.
Un viaje furtivo a la cocina en busca de alguna galleta olvidada. En la tercera planta los ordenadores como puertas secretas de acceso al ignoto mundo de Internet y un abecedario de colores que sirve de inspiración a los primeros balbuceos en lengua castellana.
La segunda planta es un espacio poliédrico, polimórfico, polimétrico, se viste y se desviste varias veces al día y cada semana, tan pronto es estación de tren, jardín botánico, sala de exposiciones, mercadillo, biblioteca, llena de ochos de marzo y veinticincos de noviembre. ¡Si las paredes hablaran!
El centro también tiene recovecos, escondites y laberintos, como la vida misma y, hay quien dice que hay un fantasma en el cuarto piso que viaja de planta en planta escondido en el carrito de limpieza.El fantasma es escurridizo y difícil de atrapar, pero las mujeres que han conseguido dar con él, salen del Centro con una gran sonrisa y habiendo dejado a sus espaldas el gran peso que lastraba su vida. Hay otras que seguirán buscándolo durante un tiempo.Nosotras, las profesionales que trabajamos aquí, les daremos algunas pistas para encontrarle ya que conocemos el edificio y los trucos que el fantasma utiliza para esconderse.