Los déficits cognitivos y emocionales tras sufrir un daño cerebral son muy persistentes y tienen un gran impacto en la vida familiar, ya que no solo afecta a la calidad de vida del paciente sino también a la de sus cuidadores y familiares. Además, estas alteraciones son el principal impedimento para la reinserción laboral. Por ello, es necesario hacer un proceso de neurorehabilitación tras haber sufrido una lesión o enfermedad cerebral. Pero:
¿A partir de qué momento debe iniciarse, cómo debe ser ese proceso y hacia quién tiene que ir dirigido?
Los estudios de neurociencias revelan la importancia de iniciar la rehabilitación neuropsicológica en los primeros 2 meses tras haber padecido un ictus para poder aprovechar al máximo la plasticidad de las neuronas.
La neuroplasticidad es la capacidad que tienen las neuronas para modificar (reduciendo o ampliando) sus conexiones con otras neuronas o su morfología (forma), lo cual ocurre cuando interaccionamos con el ambiente, tenemos experiencias, aprendemos cosas, percibimos estímulos, etc. Por lo tanto, las experiencias influyen en nuestro cerebro. En este concepto es en lo que se basa la neurorehabilitación: modificar las conexiones cerebrales por medio de la estimulación adecuada.
No es sencillo diseñar un plan rehabilitador para cada paciente, pues hay que tener en cuenta múltiples factores: etiología, estado psicológico, apoyo psico-social, nivel de estudios previos, historia clínica, presencia de otras enfermedades, capacidad de resistencia, tolerancia a la frustración, etc. Por ello, el tratamiento siempre debe ser diseñado e implementado por profesionales bien cualificados y experimentados en daño cerebral.
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